sábado, 27 de noviembre de 2010

Humberto Luis Solórzano Angulo

(Tarapoto, 1990)
Amante empedernido de sus versos, los destroza, eleva y desparrama sobre una cama de ritos y loas a su único dios, él mismo. Humberto Solórzano, poeta hecho a la vieja usanza, usa la poesía para el máximo fin por la que fue creada, exorcizar a su anfitrión. Y al igual que Rimbaud, escribe desde el infierno y para el infierno. Aunque no todo es un violento festín de organismos a veces microcelulares y cromosómicos. La belleza, el recuerdo de lo hermoso, esa privación a olvidar lo que alguna vez llamó amor, persiste, y le duele. “(…) A quién le pido me ayuda a mover esta piedra de papel (…)”. La inmortalidad es posible. 

Hoy lo sé

Yo sé de tus moléculas , las sé en mi piel
veo que te vas desintegrando tiñendome con tu sudor.

Una forma, una melodía nos espera despues de la pesada fricción
de aquí hay un desconocido túnel y su luz al final 
se hace intermitente con y en tu cadera.

Somos seguro en ese lugar una teoría
y al volver...
un mundo .




Payazo

Neon lights

Tan blanca tengo la cara
que todo parece una gran pupila
desde donde miro
mis cejas deformes y mis labios tibios

Fácilmente la gente carcajea admira y regocija
cuando mi occipital se estrella
manchándolo todo 

Blanca tienes la cara cuando te mancho de risas

Tan humana tengo la cara
que todo parece una raza
desde donde nazco
a mis cejas pobladas y mis labios que escriben:
Payaso.



Ayuda

A quién le digo que se olvide de sus ojos y sean hoy los míos
los que  lo guíen por mis palabras y no las escuche
...las sienta
A quién le pido me ayuda a mover esta piedra de papel
Quién me saca esta lágrima oscura 
quién me da sus pulmones hoy
y resiste hoy y sólo hoy mi dolor.


Super tierno

Hay una niña piel color cartón
que usa ojos chiquillos orientales,
tiene un moñote en la cabeza que no es de pelo,
es de chocolate.
Esa niña vive lejos, yo la veo solo a veces,
y me como su moñote
y le digo despacito:
Oye niña chocolate, donde vive tu mamíta fumanchu,
quiero verla y que me cuente;
como se pela una lima,
como se besa a una niña.



Reinos azules

Mejor seamos muñequitos de papel
y cada brazada que demos bajo la lluvia
nos vaya desapareciendo
o mejor... mejor démonos un besito de papel
donde la timidez se haga tinta
se haga verso.

jueves, 25 de noviembre de 2010

David Orlando Del Águila Quevedo


(Tarapoto, 1988)
Su poesía arrastra la obsesión por los sueños y lo no vivido. La abstracción, sonoridad y la ornamentación están ausentes en la mayoría de sus letras, dejando híbridos narrativos, pequeñas historias de oscuridad y lucha, todo dentro de su propio ser. Fanático de poeta-cuentistas como Poe, Cortázar y Borges. La temprana lectura del poema “Himno” de este último genio citado, es la principal causa de su incursión a la poesía. “(…)Si dejas que duerma esta noche/ no soñaré contigo, reza David Orlando como advertencia antes de entrar sin pedir permisos ni licencias, a navegar por su cabeza como simples neuronas que él quema a su complacencia.




Habítame
Quisiera ser ese muchachito del viento, pero sin viento y sin olvido,
quisiera hasta pugnar por un planeta del tamaño de una célula en tu dermis
para ser acariciado cuando te besan.
¿Por qué?, dios creador, inteligente raza de galaxia, no compartes conmigo un alba,
una noche de eclipse, un orgasmo, deja de encerrarme en sueños
donde también sueño que somos amigos.

Universo
Dios no existe en mi universo,
mi habitación. Todo es caos
desde el colgador hasta mis zapatos
viejos debajo de la cama, todo es caos.

Un pájaro muerto encontré en mi ventana,
no quiero saber lo que significa.
Y aunque la misma Muerte
se aparezca y duerma conmigo, tampoco
quisiera saber lo que significa.
Nada de augurios en mi habitación,
aquí no hay destino,
mi ventana es mi ventana, yo la rijo;
el pájaro es de otra estación,
de otro universo.

Oh!
A qué hora de esta noche, se le ocurrirá a doña Poesía, bajar por esa nube, con su cigarrillo Hamilton en sus deditos de aleteo de colibrí, para besarme al oído una palabra que le de principio, y pronto, a esto que ya termina irremediablemente.

Chinita
La Chinita
no es un pequeño país oriental,
es una mujer

martes, 23 de noviembre de 2010

Julio Armando Paredes Vásquez




(Tarapoto, 1987)

Hubo un tiempo cuando creí, al igual que Cortázar de Allan Poe, que Julio Armando "reservaba la frialdad racional para la poesía, por lo menos en la intención". Pero ésta es una verdad a medias, ya que en este juego de palabras colocadas con pinza quirúrgica en cada verso, nos salta como estallido de burbuja la evocación a la muerte, profunda y suave. El bisturí avanza sobre la idea de una pasión ácida, “(…) acariciando esta rajita de limón/ que acercas lentamente a mi boca (…)”. Impecable el estilo, ciencia y sentimiento hecho poesía.

 

 

El ocaso

Hacia el final de la vida,
la mirada se deposita en el horizonte
con el deseo inútil
de atrapar el tiempo.

La muerte se abre al aire
a cada pequeña bocanada.



Pequeño poema

Hoy hace frío.
El aliento de la noche
envuelve el cristal de las ventanas.
Los brazos de los árboles
se recogen a la orilla de las estaciones.
El silencio
se ha congelado en el aire
y la luz
 
 
 

Suite 2

Mi cuerpo penetra en el mundo.
Tus ojos detrás de los lentes,
implacables y limpios.
Lucky. Stravinski. Piano.
Tu cara pegada
a la enorme plastilina
que se hunde
al tacto.

Fiebre.
L’enfer c’est les autres.
Mi nariz respirando
profundamente en tu cuello,
y este aliento intenso
como un hilo de fuego
que aguija tu piel.

Tu boca que moja el aire,
acariciando esta rajita de limón
que acercas lentamente a mi boca,
pero no.

Puedes aportar, aplaudir, o callarte la boca

            
             Lo último es broma, pero una broma con residuos de la más pura verdad. Nosotros, los recientemente inventados Novozonia, llevamos el talento tatuado en la sangre, y un halo de esperanza que se asoma en toda esta oscuridad verde. Mostraremos la poesía de los que tienen las agallas de creer en ella, como en la patria misma, o como en la madre que se fue más allá del charco, como en la novia o en Dios o la muerte. Las nuevas letras en la Amazonía asoman sus narices en este espacio, sabiendo como dogma de fe que ya grandes y optimistas literatos dieron el primer paso para que nosotros, noveles amazónicos, podamos aportar y crear libres. No estamos obligados a sentir. BIENVENIDOS.